Tenía un tanto olvidado el asunto. Va pasando la vida y, a poco, las noticias de lo que ocurrirá mañana se van desdibujando en la memoria. Sabía, eso sí, que una universidad llevaba tiempo tramitando su apertura en Extremadura. Al menos una. Lo sabía y saberlo no me era ingrato, porque ese intento venía a significar que Extremadura interesa; quizá no tanto como otras regiones donde ya son muchas las universidades privadas abiertas, pero al menos lo suficiente como para arriesgar en el afán, sus horas y sus cuartos. Y, en mi ignorancia de todo detalle, me pareció una buena noticia, con sordina eso sí, porque todo lo que se fía al futuro está siempre cuesta arriba.
Tan cuesta arriba que estos días ha sido el propio rector de la universidad pública extremeña, la única de momento, el que me ha alborotado el gallinero del pensamiento haciéndome saber su preocupación ante la llegada de tal universidad privada (que, por cierto, ya no es una, sino cuatro). Y, como el rector no es un don nadie, le he dado un par de vueltas al asunto. Quizá las preocupaciones del rector no sean tantas y sea lo llamativo de sus declaraciones el motivo por el cual la prensa las ha destacado. Pudiera ser. Quizá la pataleta no sea tal. O quizá sí, porque en el muy grave y muy solemne acto de apertura del curso académico ha vuelto con la matraca. No es el mejor momento para expresar cuitas banderizas… Entiendo que esté preocupado por el asunto, entiendo que la máxima autoridad académica de una universidad sienta interés por cuanto tiene que ver con la enseñanza y hasta con su antes y su después. Lo entiendo, pero señalando así a los que están por venir, los señala más como competidores que como aliados en una tarea común. Y lo que es peor, hace recaer cierta sombra de duda sobre ellos (y sobre la propia administración que ha de autorizar su apertura), al menos a los ojos de terceros.
Los que hemos oído contar mil veces la gesta de traer la universidad a esta tierra abandonada le tenemos a la Universidad de Extremadura una íntima simpatía. Aquello fue una bendición. No conozco a nadie que reniegue de aquel logro, aunque se queje, puntualmente, de esto o de aquello. Así que, digo yo, que siendo bueno tener universidad, será mejor tener universidades. El propio rector parece compartir esa premisa, a lo más, se queja de que los que están por venir no cumplan con las altas exigencias que cumple su universidad. ¿Es que esos requisitos no están tasados en las leyes? ¿Es que no hay quien esté encargado de comprobar que se cumplen antes de autorizar su apertura? Evidentemente, lo están y los hay. Casi tan evidente como que el rector no es el que los tasa ni tampoco el que los comprueba.
¡Bienvenidas sean a Extremadura las universidades privadas! Cumplan los requisitos exigidos por las leyes, y si los cumplen, sean autorizadas a la mayor brevedad, mejoren la oferta y atiendan la demanda. Así de sencillo. Si lo logran seremos una región más culta y más fuerte. Habrá estudiantes que no tengan que estudiar en otras regiones (que, por cierto, hoy siguen siendo en números absolutos, más o menos, los mismos que se iban antes de que abriera sus puertas la Universidad de Extremadura). Y, además, se creará empleo cualificado. Y hasta podría servir de estímulo a lo que ya hay. Ojalá lo logren, que no es fácil sin los casi doscientos millones que nos cuesta a los extremeños la Universidad de Extremadura. A pulmón todo tiene más mérito. Lo otro, más que preocupación parece enfado.
Jmonterde says
Razonable. Más Universidades para elegir y la Pública se ponga las pilas.