Extremadura, otoñá del veinticuatro. Va quedando menos para que el año eche la trapa (que dicen en Salamanca). Guardiola, que zarpó con galerna, navega con mar en calma; ni siquiera el que sus socios se lanzaran a lo bobo por la borda ha alterado la tranquilidad de su singladura. Guardiola ha conseguido quitarse el foco de encima. Ha pasado de cierta incontinencia verbal a sonreír y callar. Y no le va mal. La marinería que le acompaña tampoco ha dado un mal paso. Un gobierno que, a día de hoy, cruzado ya el ecuador de la legislatura, gobierna sin sobresaltos, algo que cuando Guardiola fue investida parecía de todo punto imposible. Es más, Guardiola, sorprendentemente, ya no es el objeto del debate. Lo es su supuesto contrincante, Gallardo. Sorprendente. En Extremadura tenemos un gobierno en calma chicha y una oposición en estado catatónico. Sorprendente, sin duda.
Es sabido que Extremadura, en cuestiones políticas, es especialmente dependiente de cuanto ocurre en Madrid. Quizá Gallardo, como el mono, no haya querido soltar una liana sin antes agarrarse a otra. Es una muestra de prudencia y hasta pudiera serlo de sabiduría… pero obliga a la volubilidad de la veleta. Que Sánchez se tambalea también es notorio, y la incertidumbre de su caída es la que asusta a los que dependen de él, veletas incluidas. Sánchez, acorralado por la corrupción, ya no parece la mejor apuesta, al menos no tan buena como cuando Gallardo colocó a su hermano. Ahora Gallardo, el hombre de las mil gafas, no sabe si sorber o soplar. Y se le nota. Y se lo notan. Barrunto que los tiburones de su partido le han olido el miedo. Gallardo quisiera soltar la liana de Sánchez, pero no encuentra otra.
Su fracaso como opositor a Guardiola es manifiesto y monumental. Ronda lo patético. Así va a ser difícil que como candidato consiga los votos que le faltan para desbancar a la derecha. Lo de menos son los chanchullos de Diputación -las óperas de a millón y los despachos de cartón piedra- lo más grave es que (otra vez la teoría del mono) se ha aferrado al cargo y ha renunciado a dar la batalla a Guardiola en campo abierto. Atrincherarse en la Presidencia de la Diputación de Badajoz es una muestra de egoísmo supino que le señala ante sus correligionarios como una mala opción (en el caso de que se repitan las primarias). Perdió en Cáceres y a este paso perderá también en Badajoz. Si hay primarias, claro está.
Sea como fuere, el futuro más incierto de la política extremeña es el de Gallardo. El no pero sí a Sánchez le va a pasar factura. Hoy, en la cabeza de casi todos, Gallardo es sinónimo de un discurso errático y de poco fuste. Levantar esa losa tan pesada se me antoja trabajo de titanes. Y, aunque el tiempo todo lo cura, casos de sanación milagrosa como el de Guardiola no suelen ser frecuentes.
Pienso, mientras veo pasar las nubes del otoño, mientras espero que vuelva la castañera a su esquina, que la decisión de Gallardo es de muy incierto resultado; por muchas gafas que tenga no sé si acertará. Es un dilema endiablado: si decide arrodillarse ante Sánchez corre el riesgo de que los votantes extremeños no se lo perdonen, y si decide ponerse en pie puede que el que lo defenestre sea el propio Sánchez (incluso puede que lo defenestre arrodillado). Al menos es lo que se ve desde mi ventana.
Extremadura, otoñá del veinticuatro, más nubes que claros. Sin noticias de la castañera.
Deja una respuesta