¡Extraño! Extraño, sin duda. A estas alturas no debo ser de este mundo sino de algún otro. De algún planeta nunca hollado por pisada de hombre. O de mujer. Y, por mucho que me resista a negar que dos y dos hayan dejado de ser cuatro, va a ser cierto que son cinco. O seis. Tal vez. Cosas del cambio cerebrático que nos arrastra y asola.
Digo esto porque lo del político socialista que se corre donde no debe me tiene las entendederas contra las cuerdas. Que se corrió no lo digo yo, que lo dice una tal… No consta. No consta su nombre. No se conoce su nombre. Ni sus apellidos. Ni su rostro. Nada. Nada más que un texto anónimo en el que se dice que tal. Que tal ocurrió sin su consentimiento. Lo de correrse dentro sin condón. Y ya. Ya no, hace cinco años. Ocurrió hace cinco años. Y ya. Hasta aquí, bien. Que nadie está obligado a callar. Lo extraño del caso es que se alborote el gallinero por una denuncia anónima. ¿Cómo es posible? ¿A qué severos tormentos hemos sometido las entendederas del común como para dar crédito a denuncias anónimas vacías de todo indicio probatorio? No niego que pudiera haber sucedido, no niego siquiera que el asunto pueda ser objeto de comentario, de chanza y hasta de invectiva partidista, pero niego que se deba dar crédito a quien denuncia sin pruebas por el solo hecho de ser mujer. No, no se debe. No se debía antes y no se debe ahora. Así lo he creído hasta hoy y no creo que vaya a cambiar de criterio para cuatro días que me quedan en este gallinero.
Hasta aquí, extraño. Y más allá, también. Extraño que sea el propio el partido en el que militan los cuatro mil denunciados quien les deje a los pies de los caballos al dar credibilidad a la denuncia. Lo leo y los ojos me arden. Supongo, al menos suponía en tiempos, que lo razonable en estos casos es confiar en la integridad de los militantes del partido, al menos los del propio, al menos hasta que haya un mínimo indicio en su contra. Lo leo y me quedo tuerto del zarpazo. En tromba y a lo bobo en defensa de la denunciante enmascarada. Gente del partido. ¿Fuego amigo? ¿Saben algo que no sabemos? Tal vez. Extraño y, a la vez, aberrante.
Y más extraño aún que un pelotón de trescientos de sus compañeros pida que se lapide a Ricardo Cabezas, a la sazón secretario general del partido en Badajoz, por el delito de recordar lo obvio: que se trata de una denuncia anónima. Sea fuego amigo, sea mala baba o sea muestra extrema de falta de luces, el asunto es de traca. Que no digo yo que la denunciante anónima no sea víctima de lo que tenga a bien denunciar, pero de momento, no sabemos si lo es o no lo es, es más, ni siquiera sabemos quién es. Si lo ocurrido fue tal y como lo cuenta, aquí hay, entre los cuatro mil militantes socialistas de Badajoz, un culpable y tres mil novecientas noventa y nueve víctimas de un señalamiento injusto. Y si no lo es, si la denuncia es un embuste, tres mil novecientos noventa y nueve no, cuatro mil. Extraño modo de entender la justicia a tan solo dos meses de que el siglo XXI cumpla su primer cuarto (de hora). Para atrás, como los cangrejos. Pronto, además de lapidar, crucificamos.
Isidoro says
Fernando me alegra que alguien, con fino tino, ponga sobre la mesa esta muestra más de la sociedad que estupida que hemos creado.
Fernando Valbuena says
Triste tener que escribirlo!