Pongamos por caso que su médico le extirpa un riñón sin causa médica que lo justifique, y que, al cabo de un tiempo, usted descubre que no fue un error, que fue a posta, y que el único motivo fue el miedo del médico a perder su empleo (por inútil). Más o menos es lo que está ocurriendo con la libertad de los españoles a manos de su propio gobierno. La libertad y sus garantes, los jueces, están siendo acosados sin disimulo por un tal Pedro Sánchez.
Los que hemos vivido a la orilla de las decisiones judiciales las hemos criticado. Raro es el fallo que a todos contenta. Que si está mal redactado, que si no está bien fundado, que si es contradictorio, que si se le ve oreja… Los jueces, evidentemente, no tienen militancia política, pero tienen, también evidentemente, afinidades políticas. Eso no ha impedido que hayan antepuesto el cumplimiento del deber a la tentación partidista. Y, si en alguna ocasión no ha sido así, la propia Justicia ha sabido castigar a los que se han torcido. Más o menos ese ha sido el mar en que hemos navegado. Hasta que se nos cruzó el holandés errante…
Les cuento una muy conocida anécdota que creo que viene al caso. Ángel Osorio y Gallardo fue un político español con enorme apego al poder, aunque para conservarlo tuviera que cambiar de disfraz. Consiguió ser ministro con las derechas y embajador con las izquierdas sin que le crujiera la verga mayor. El caso es que en una de sus intervenciones parlamentarias en tiempos de la II República, ante la mala situación económica, se preguntó retóricamente y dando tintes histriónicos a su pregunta: “¿Qué va a ser de nuestros hijos?”. Le contestó una voz desde la bancada socialista: “¡Al de su señoría ya le hemos hecho subsecretario!”. Subsecretario de algo, jefe de la oficina de artes escénicas o “catedrática” de la complutense…
Estas cosas han pasado siempre y no por ello las justifico, simplemente las constato. Siendo grave, más grave aún es que desde el gobierno, de manera descarada, se pretenda intervenir la Justicia para escurrir el bulto. Una cosa es silbar al árbitro y otra mover la portería. Y Pedro Sánchez, a la sazón gobernante inicuo, está en ello. En cambiar al árbitro, quitando y poniendo jueces (evidentemente, quitando a los rectos y poniendo a los torcidos), y en cambiar las reglas del juego (la pretendida reforma de la acusación popular es prueba irrefutable de ello). Él y otros de su calaña, capitaneados -tiene bemoles- por el mismísimo Ministro de Justicia, Félix Bolaños. Una cuadrilla de dinamiteros dispuestos a barrenar la libertad y la justicia sin otro miramiento que su interés personal en conservar el poder y evitar la cárcel. La obstinación en defender al Fiscal General del Estado, el muy servil Álvaro García Ortiz, atacando sin rebozo al Tribunal Supremo, es una muestra más de su empecinamiento en la trapacería. Que a García Ortiz el cargo le viene grande es evidente. A Bolaños, también. Y a Sánchez, aún más.
La situación es abracadabrante. Jamás hubiera considerado posible tal degradación. Aun así, sigo creyendo en este sistema de derechos y libertades y sigo creyendo, pese a todo, en la independencia del poder judicial. Sigo creyendo porque confío en que, antes o después, volverá la cordura, porque, antes o después, el pueblo español (o lo que vaya quedando de él) dirá basta; porque aún confío más en los jueces que en los gobernantes. En todo caso, ya saben, si les roban un riñón no se dejen robar el otro. Y, de paso, cambien de médico.
Ricardo says
Excelente analisis de la, situacion gravisima de la regresión democratica a la q nos lleva el mal gobierno de PS. Le deseo q tenga un juicio justo, el y su familia investigada.
Gabriel Enrique says
Como de costumbre una gozada literaria. Fino reflejo de la decadencia política a la que se ha llegado en esta piel de toro llamada España. Siempre un enorme placer leerte, maese Fernando.